El paisaje, una figura del autorretrato
Dominique Breton, mujer de temperamento meditativo, ve en la naturaleza el rostro terrenal de Dios. Le es imposible crear sin tener un contacto directo y renovado con el espectáculo que le ofrece cada día ante su mirada. Venera la naturaleza en cualquier estación del año, elaborando su pintura en dos etapas: trabajando primero al aire libre para terminar luego la obra en su taller, cuando el tiempo es menos apacible…
… Dominique practica el dibujo con un éxito indiscutible y compone con facilidad, adaptándose tanto a un ramo de dalias como a una ventisca marina o a un retrato. Pero parece que el paisaje corresponde perfectamente a su temperamento. Para perfeccionar su paleta y en el momento en que debe trabajar el motivo en su taller, utiliza numerosas muestras de tejido que le permiten encontrar todos los matices de la naturaleza. Cuando está pintando sólo escucha música sacra, empapándose de la belleza a través del espíritu y manteniendo todos sus sentidos en alerta. Su pureza en las sombras, los reflejos fugitivos de las aguas, los más humildes caminos campestres dan lugar a una traducción plástica original. Aunque el arte del paisaje sigue siendo sin duda una experiencia relativamente clásica, cada pintor tiene la capacidad de aportar su propio matiz al cuadro (…).
Luis PORQUET,
Crítico de arte